Aquel que te maldice amándote
Se me alborota la entraña en la cara, como aves en estampida.
Vuelves —quizá por pena o por descaro—, y yo, que te maldigo… me arrepiento… te recibo.
Te juro por la luna que se esconde tras la cortina rota de mi cama.
Y tú, por esas muertes que no lloras, me juras que aún me quieres… y me engañas… y caigo.
Las frases se me inflaman en la lengua, chispean como hogueras entre sábanas,
y sangran cicatrices las palabras que van a estrellarse donde más me faltas:
mi corazón.
Amor, qué sucio fue quererte tanto. Qué limpio el odio que ahora te acaricia.
Tu ausencia huele a vino de melancolías, y a un beso que murió sin despedida.
¿Me amas? Dímelo con voz de fiebre. Hazme ceniza. Róbame el gemido.
Que este varón que anoche te adoraba, hoy ya no es otro…
…pero aún te perdona,
…pero aún te ama,
…pero aún te escribe
…y te hace eterna entre mis poemas que no mereces.
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Aromas De Una Espera
La espero…
como el silencio espera
la primera gota del rocío.
La espero,
con la calma solemne de un ritual,
con el pulso de un verso
que se escribe sin prisa,
sin rima,
pero con desmedido deseo.
La espero
con una vela encendida,
y el incienso del tacto recorriendo los rincones
que aún no conocen figura.
La espero,
donde el aire aprende a rozar,
donde el temblor se disfraza de paciencia,
y las horas se desnudan para mirarla.
No llega…
y eso la vuelve más cierta:
una emoción convertida en impaciencia.
No habla…
y su silencio es la lengua que enciende mi imaginación.
Vendrá.
Vendrá como flor que se abre
cuando la noche la llama por dentro,
cuando el mundo se calla
y mi piel se convierte en su templo.
Y entonces,
cuando el universo se reduzca
al espacio entre su labio y mi beso,
le ofreceré mis manos
como quien ofrenda lo más valioso.
Y la amaré…
no con urgencia,
sino con el arte de quien desabrocha un sueño
pétalo a pétalo…
hasta desatarle el clímax.