En tu piel comienza el fuego,
como llama que danza en la sombra,
mi deseo se enreda en tus poros
y se escribe en la sed de tu aroma.
Te espero —sin prisa, sin tregua—
con los labios abiertos al alba,
donde el tiempo suspira desnudo
y mi cuerpo te llama y te abraza.
Que vengas, amor, y me cubras
con la miel incendiaria de besos,
gota a gota, me bebas el alma
y me siembres de espasmos y versos.
En la espera, soy pura ansiedad,
una piel que palpita y que implora;
ven, amor, haz llover sobre mí
tu caricia que arde y devora.