La danza de los relojes*
En el teatro del crepúsculo,
donde los relojes fundidos
danzan al son de un vals melancólico,
campos de almendros floridos,
testigos mudos,
lloran lágrimas de rocío sobre el asfalto frío.
Un cielo azabache,
lienzo de sueños rotos,
presagia diluvios de olvido y desesperanza.
Mudos cantos de pájaros,
notas de un réquiem,
se desvanecen en la bruma de la memoria.
Peñascos,
gigantes dormidos,
abren sus paraguas de musgo,
protegiendo secretos que el viento mima.
En la lejanía,
el campanario de una iglesia medieval,
aguarda el primer rayo,
un destello de esperanza efímera.
Multitudes errantes,
almas perdidas en campos estériles,
buscan refugio en el embudo del olvido.
Y los relojes,
maestros del tiempo encubierto,
se detienen, marcando el principio del final.
*Dalí mira de reojo.