Es una noche intensa, sin luna,
a la espera del adiós.
Nadie en las calles,
solo un puñado de hojas secas,
y un muro de espinas sujetando recuerdos olvidados,
perdidos en el tiempo,
por donde nunca más se volverá a transitar.
Solo se distingue la oscuridad,
atrás de mi cabeza el vacío,
delante la nada,
sobre ella, generaciones de soledades,
cubiertas de negro,
descansando a la orilla para retomar su vagar,
entre anhelos y arrepentimientos.
Pájaros que no vuelan, ni cantan,
espejos enturbiados que suprimen las flores,
corazones enlosados que inmolan los latidos,
cuerpos extraviados,
raíces expuestas imitando venas dolientes,
aromas nauseabundos,
del estertor de la muchedumbre
que agoniza en las sombras.
Noche de adiós y abandono.
Noche de resurrección y regreso.
Noche de agonía y éxtasis.