Aunque el tiempo nos quiera separar,
tu nombre vive en cada pensamiento,
y aunque lo cubra el gris del sufrimiento,
mi alma se rehúsa a dejar de amar.
Fuiste la luz que vino a iluminar
mi oscuro y solitario firmamento,
fuiste el suspiro, el viento, el movimiento,
la melodía que no dejo de escuchar.
A veces lloro sin saber por qué,
pero en mi llanto siempre estás presente,
como una estrella fija y persistente
que guía el rumbo que jamás se fue.
Aunque la vida cambie de estación,
y el calendario borre algún momento,
yo guardaré tu voz en mi fragmento,
te llevaré en eterna adoración.
No habrá distancia que me haga olvidar,
ni olvido que me arranque tus memorias,
pues en mi pecho arden nuestras historias
como un fuego que no quiere acabar.
Y si algún día ya no pueda hablar,
mi corazón aún seguirá latiendo,
gritando en silencio, siempre sintiendo
que hay amores que no saben marchar.