Chico

Esclavo

Estoy a tus pies,

placer que curas y hieres, 

una agridulce paradoja 

donde se encierra el ser. 


Eres el zumbido de un tábano.

Incomodo como el boxeador atrapado 

en las cuerdas del exceso.

Golpeando la disciplina 

con puños hinchados de deseo.

 

¿Es tu mano cálida, temporaria, 

un pañuelo delirante 

o la llama que prende la verdad 

en la penumbra de mi instinto?

 

Tu idioma es la ambición,

vulgar e infame,

que corroe la cosa pública 

como fuego a la madera 

                              del silencio 

que interroga: 

¿Acaso en cada hoja 

se esconde el versículo de la sabiduría 

que sólo el dolor puede 

confesar?

En el alba del placer 

y la proximidad de la carne,

te descubro dividido 

como el reflejo roto de un espejo astillado:

una voz que reclama sumisión 

y otra que implora prudencia. 

 

Eres, en el plano de las ideas, 

el carbón y el diamante,

el amor y el odio

la excitación del apetito

y la mirada del alma eterna.

¿Podré acaso desentrañarte,

placer

que en tu desvarío 

te desintegras en la dualidad 

que desequilibra la razón? 

 

Quizás, el ser es contradicción 

y la virtud un engaño, 

el mal vestido de éxtasis.

Si eres justo responde:

 

¿Eres natural e inhumano como los dioses

o la sombra inútil del ser 

embadurnada de poder? 

¿Un falso hedonista, hipócrita como el demagogo?

Y aún así te quiero,

            sin reconocerme 

amo o esclavo.