Amé en ti madre,
a tus oraciones en el día, en la noche,
en el mensaje de la señal de la cruz, al salir a la calle,
y tu contento por la vida que se vive...
Siendo una obrera sindicada, valiente,
yendo al humo de la fábrica como una sobreviviente,
envejeciendo en ello, a modo inexorable,
y así aguantabas el monedero, siempre a punto de extinguirse...
¡Oh, madre! que ya no hablas para nadie,
tampoco para tus flores, que envejecen tras de ti en la tarde,
ya sin tus cuidados, para ellas el combustible,
tanto como la luz del horizonte...
Y que me forjaste para la vida, para ser un buen hombre,
luchando por mi subsistencia a muerte,
dándome ejemplo tú, de cómo sacarme adelante,
aunque fuese necesario para ello, la soledad del diario combate...
De hecho, soy el huérfano más triste que existe,
al pensarte, al pronunciarme,
con mi corazón a lo jinete, tan acelerado mi subconsciente,
el \"do re mi\", de lo que fue tu vida al galope...
Por ello, con este poema te rindo homenaje,
yuxtaponiendo a mi existencia tu capacidad de mujer libre,
que viviste ayudando a mucha gente,
y sin ocultar tu fe cristiana, ibas con Dios de acompañante...