Asomaba vergonzoso el sol en su nacer
y se esparcía en el viento tu aroma de niebla,
parecían centellas el lustre de tus ojos
cuando acaricié tu mano como entregada presa.
Perdía la primavera sus cristales flores
y refulgía el calor en tu pecho impaciente,
abrazaba el vacío a tu silueta de ninfa
cuando descansé mis labios en tu boca ardiente.
Albergaba en la espera su ilusión la mañana,
dormían ruiseñores en ramas retorcidas,
parpadeaban estrellas en la ciudad muerta,
cuando abriste tus ojos, de golpe nació el día.
Olvidaba la noche sus amantes luceros
y crecían despacio madreselvas durmientes,
huían silenciosas las sombras de lo oscuro
y espantaba temores mis besos en tu frente.
Preciado amanecer tras una noche de insomnio,
en el que mi cuerpo viaja, en el que mi alma muere.
Saciado de venturas gran pena llevo dentro,
al ver que un alba así con la evocación se enciende.