En mi piel impregnaste tu fragancia,
aroma que provenía de la flor
que en mi alma plantaste, mis mañanas duermen
eternamente en tu primavera, y ya no somos dos soledades,
sino sólo una, una soledad en acompañamiento;
si el astro que diurnamente ronda me hiere,
si mi corazón vive en la arritmia,
si el oro y diamante en las manos se vuelven nada,
si se desprenden las estructuras de mi cuerpo
y me aferro a la insustancialidad de mi memoria,
es porque en el cielo de mi alma se ha hecho de noche
y se humedece de llanto cuando no me dices nada,
cuando te siento alma mía, en silencio y callas todo,
cuando te percibo amor mío en el mutismo,
estando silenciosamente a mi lado y de pronto
en el silencio en pos de ti te palpo con mis manos;
entonces si el pensamiento me besas,
si me acaricias el alma, y el tiempo ya no es tiempo,
y el espacio se vuelve solamente éter,
en el cosmos de mi ser tus tratos refulgen
y forman constelaciones con mensajes de amor,
y el néctar de las comisuras de tu boca me embriagan,
dejando así, en las paredes de mi memoria marcas que se eternizan,
que luego recorren mi cuerpo entre las venas;
porque el amor es entrega sin esperar nada a cambio,
que yo, sin pedirte nada hoy, me entregas tanto,
que dejando de buscar, todo en ti lo he encontrado,
que dejando de pedir, todo me has entregado en cada vez;
porque el amor es así, si el amor está en consumación
y que si fuese un amor en naufragio, acaso
por aspirar a tanto antes de haberlo entregado.