Al Centro Cultural La Estancia
No son tan distintos,
nunca lo han sido en verdad,
el mismo dolor
los une, los separa,
los simula, los ilumina,
los masacra, los bendice.
Unos juegan a la hermosa labia,
a la triste canción
sin letra fija.
Otros limpian el polvo,
las hojas
la putrefacción
la inmundicia.
No son muy distintos
son las mismas personas
en otros cuerpos,
los mismos que ayer
fumaban camellos sin filtro
y en las fiestas
del estrato social más alto
sólo bebían “Swing”
o quizás combinados caribeños,
mixturas de rones y frutas,
de hielo picado o agua de coco
y de crustas con sal y limón
cuando no de azúcar y granadina.
Son los mismos cuerpos que mañana
te harán otros reclamos,
te dirán otras sandeces
otras bajezas
más propias de su carne perversa
que de su espíritu angélico,
más apropiadas
a sus títulos académicos
que a sus títulos de gente.
Ahora su desnivel y su deshonra
con aromas de anís
y flores de azahares
nunca será de azucenas.
Una planta noble
será su inoportuna
su esclava, su infinita,
la favorita de los desamparados
la soberana de los sin luces.
Entierro las sobras de aquel
que musitó sin plegarias
un rezo triste
de gitana o de sirena,
Melusina agrietada,
sicómoro desgastado,
mácula informe sobre
las tierras de las primíparas.
El gozo por el hijo libre
liberado de su culpa agreste
de toda la culpa palpable
y de sus fuerzas rotas.
Siento como me dejo perseguir
y me devuelvo sobre mí,
harta de similitudes
sedienta con sed antigua
por el agua profunda
que cae gota a gota
en las tinajas
y un bramido feroz
de bestia herida
que se hunde en la ciénaga,
en el fango
en los arrozales.
El sol se traslada
hasta sus esquinas
y ya no queda nada
de sus diferencias.
OLLIN
13/02/2015