Cautivada, por su caballerosidad estuve, por un tiempo.
Siempre, siempre, recuerdo las advertencias de mi padre.
No se embelese hijita, no se convierta en un pasatiempo.
Cuánta razón tienen los viejos, más aún, nuestros padres.
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En el alborozo de eso que, llamamos amor, nos rendimos.
Soñando distraídos andamos, con una hipnótica adhesión.
Qué nadie se atreva a decirnos la verdad ya que, morimos.
Siempre, en el amor, hay cuotas de dolor pero, no huimos.
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El masoquismo, tiene muchas caras, también, los hipócritas.
La nota cultural del “buenismo forzado”, al mal nos expone.
Lo de poner la otra mejilla, es puerta franca a los psicópatas.
El sano amor, no se complica y, a querer, sin balas, se dispone.
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¡La naturaleza, nos dotó de varios sentidos, hay que usarlos.
Sí sufrimos, por malos amores, sin dudar, hay que dejarlos!