Milber Fuentes

Desde la línea delgada

No te dejé de amar,

pero el amor —como ciertos trenes—

pierde estaciones sin avisar.

A veces regresa

a dormir bajo mis costillas,

otras veces camina descalzo por mi lengua

buscando dónde quedarse,

pero ya no encuentra casa.

 

Caminaste conmigo más allá de mis fuerzas,

dejaste en mis manos

las ruinas de una ternura maltratada

y la dignidad —esa perra orgullosa—

lamía sus heridas en silencio.

 

Elegiste un camino que no pisé contigo.

Y aunque aún te pienso con ternura de mendigo,

ya no estoy dispuesto a romperme por nadie.

El amor no se extingue,

pero aprende a no rebajarse.

 

No quiero que te duela.

No deseo el castigo,

solo que veas

que también merezco un refugio

donde no me estallen los espejos.

 

Seguiré siendo quien carga con lo dado,

quien sostiene lo que queda de, sí sin disfraz.

Vos harás lo mismo,

cada quien con su abismo y su lucidez prestada.

 

Y si esta línea se rompe,

no será por falta de amor,

sino porque, en la ciudad que nos habita,

finalmente aprendí

a llamarme por mi nombre

sin miedo a estar solo.

 

En esta calle sin esquinas,

la autenticidad cuesta más que el oro,

y sin embargo,

aquí estoy,

desnudo de promesas,

pero limpio.