Anoche te soñé. No sé quién eres, pero tus ojos...
me quemaron la piel incluso a través del sueño.
Sentí tu aliento, cálido y cercano, rozando mi
mejilla.
Recuerdo la sensación de tus labios, tan cerca de
los míos que podía sentir el latido de mi propio
corazón enloquecer con la anticipación.
Nuestros alientos se mezclaban, una danza
invisible, un preludio a un beso que nunca llegó.
Justo cuando nuestros labios iban a unirse,
desperté.
Ahora, con el vacío de tu ausencia, solo me
queda la marca indeleble de tu recuerdo, la
certeza de que te busco, aunque no sé dónde
encontrarte.
Es una locura, lo sé, enamorarse de un sueño, de
un desconocido, pero...
¿cómo puedo evitarlo?