Uriel Josías Feliz Aquino

Brotes prematuros

 

Limpio mi regadera para regarte,

para producir en ti un sueño olvidado.

Diluviales flores podrían hospedarse en tu corazón,

y dejar en el tintero a mi cómodo lecho.

Mis lágrimas son el oasis del envase,

cual utilizo para mojar el sótano de tu alma.

 

Mi velada y oficio eran noctámbulos,

y permanecían callados mientras pensabas en mi agua.

Se erigían los pimpollos de tu emoción,

cuando reconocías que iba a humedecerte con mi sangre azulada.

Sonreía al verte soñar con tu ulterior florecimiento,

con los niños que jugarían en tus lomos;

en tus pechos dormidos.

 

Un rato en la fértil fantasía de tu pradera,

y me ensimismaba con las abejas que te besarían;

aquellas que producirían miel,

 sabor a tu esencia,

a tu aromático polen en las narices del crepúsculo.

¡Qué magnánima sensación,

el verte brotar hacia la realidad!

¡Ser envidiada por las mujeres por no ser como un rosal!

 

Te mantuve abonada con mis melódicas caricias,

protegida con los fertilizantes de mi libertad.

Corté mis alas para hacerte un corral,

para rodearte con mis utopías sagradas.

Y ahora te coloco la casilla de tus golondrinas,

para que canten cuando nazcas en mi memoria.

Titilabas con el riego de mi atención,

despertando las lluvias de mis manos antes de tiempo.

Pero me desnutría cuando anochecía sobre ti,

cuando tus hierbas fueron la sábana de mi melancolía.

No sólo regaba sobre ti los fluidos de mi alma,

sino que hice de ti mi santuario preferido,

donde soñaba con tu perfume.

 

Brotaste de súbito cuando estaba en el extranjero,

en la lejanía templada de mi mayor anhelo.

El día que estuve ausente de tus amoríos,

accediste a florecer delante de los extraños.

¡Oh! ¿Cómo me has traicionado de esa manera?

¡Debiste esperarme para capturar mi aliento en tus pétalos!

 

Las damiselas hacían adornos con tus rosas,

cuales eran arrancadas por los muchachos para su impresión.

Los pintores plasmaban tu belleza en sus obras artísticas,

acicalando tus poses con la pintura que jamás conociste.

Los novios se acurrucaban sobre tu césped violáceo,

¡pero no me aguardaste para podarte con mis besos!

 

Llegué desesperado por verte ataviada con mis cuidados,

pero te hallé como un erial lastimado y violado.

¡Se habían robado todos tus brotes tropicales!

Tétrica estaba tu mirada por tu felonía despiadada.

Podría abandonarte en la oscuridad de tu identidad

¡pero te volveré a abonar con mis arterias,

porque mi amada yace en tu subsuelo!