Felicio Flores

Rima X

I
Los años de mi vida te busqué.
Atravesé montañas de hierro y bronce,
ríos de fuego y mares de sangre.
Fuiste, en la garganta de la noche,
mi lámpara de aceite inagotable.

Te forjé como mi daga,
para caminar entre hombres como alacranes,
y para caminar entre mujeres como serpientes;
te forjé como mi espada.

Semilla del mundo, bienaventurada;
espíritu inquebrantable.

II
Vi el rostro del abismo insondable:
tenía los ojos ciegos, la nariz partida,
la boca llena de espinas y llagas
que sangraban al mirarle.

Caminé por tierra de vivos y de muertos
que helaron hasta los hilos de mi sangre.

Para sobrevivir, mi corazón echó raíces al suelo
y floreció como un árbol de acero con hojas de alambre.
No sucumbí a los cuervos de la melancolía,
en la noche, picoteando mi carne.

III
Entonces, tu sol, en un lento bostezo,
abrió sus párpados flamantes,
y me ardió la vida en el alma.
Cada día se repitió dentro de mí 
ese fuego inapagable.

Y mi llama trepó por el aire
y quemó todo a su paso;
y en la lejanía, tu llama llamó a la mía,
y allí terminó su viaje.

—Felicio Flores.