EDGARDO

Promesa de amor

¡Oh, Dunia de los Ángeles, faro de mi existir!
Tu dulce voz pregunta, un eco en mi sentir:
\"¿Qué harías, amado, si mañana partiera
mi alma hacia la luz, dejando esta ribera?\"

Si el destino cruel, con mano inesperada,
tu presencia llevara, mi estrella adorada,
seguro mi universo se tornaría sombra,
un llanto sin consuelo mi pecho alfombraría.

Lloraría las horas, los días sin tu aliento,
la falta de tu risa, dulce sacramento.
Sufriría la ausencia, el vacío inmensurable,
de no tener tus manos, mi puerto más amable.

Mas, en medio del duelo, un rayo encontraría,
la gracia de los cielos que tu amor me ofrecía.
Agradecería a Dios, con alma fervorosa,
por darme el privilegio de ser tu dulce rosa.

Por mimarte, cuidarte, con ternura infinita,
mostrarte que el amor, en mi alma, sí habita.
Y aunque el dolor me abrace con fuerza inaudita,
te dejaría volar, mi paloma bendita.

Hacia la luz eterna, donde el Señor te espera,
libre de este mundo, de efímera quimera.
Contigo partirían mis sueños más preciados,
mis más bellas ilusiones, mis anhelos sagrados.

Pero ¡oh, mi dulce Dunia!, jamás morirás en mí,
tu recuerdo constante será eterno elixir.
En cada palpitar de mi alma doliente,
tu imagen florecerá, perenne y viviente.

Me retiraría entonces, a un rincón sereno,
donde la paz del alma calme mi veneno.
Buscaría ser útil, sembrando alguna flor,
llevando un consuelo, mitigando el dolor.

Pero jamás, ¡mi amada!, dejaré de escribir,
versos tiernos, dulces, que te hagan revivir.
En cada oración, tu nombre estará presente,
como un eco sagrado, eternamente.

Viviré con tus huellas, los sueños compartidos,
las locuras de antaño, los secretos vividos.
Recordaré las luchas, los triunfos alcanzados,
y así, el dolor punzante será menos airado.

En cada paso incierto, en cada decisión,
tu amor será mi guía, mi eterna bendición.
Porque aunque no te vea, mi estrella brillante,
tu amor en mi alma vivirá, ¡eterno y constante!