He aprendido a descifrar tus movimientos,
a perderme en el fulgor hipnotizante de tu mirada.
donde no hay falsedades, solo agua cristalina,
solo verdades que el tiempo no es capaz de borrar.
Me rindo a tu melancolía eterna,
al amor que palpita en tu silencio,
a la tormenta que guardas en las sombras
y a la risa que nace en el filo de tu iris.
Tus pupilas escriben versos
que tu voz jamás pronunció.
No necesito que me digas, con tan solo mirarte puedo entender, puedo comprender:
pues, puedo ver el ámbar de tu alma ardiendo, la chispa que el sol envidia.
el peso de lo que callas, reprimes
y la luz que rompe en tu mirada.
Siempre podrás encontrarme:
en el pliegue de tus pestañas,
en el eco de tu respiración,
en cualquier grieta del mundo.
Donde el viento lleve tu nombre. –
—D.M