Por Humberto Frontado
No me avergüenzo de mi placentero actuar.
Gozo sin ataduras,
sin falsos remordimientos;
mi placer es ley y nadie podrá juzgarlo.
Hay de aquellos que osen criticarlo,
pequeños hombres con máscaras de virtud,
¿quién les dió el derecho a señalar?
Seré de menguada moral, ausente juicio,
poca consideración, pero libre;
mis actos no piden perdón ni permiso.
Me tacharán de truhan o malandrín,
pero mis atributos los ansía el venerable rey.
Enaltezco mi don porque soy como soy,
no hay velo que me cubra,
ni mentira que me ate;
soy el espejo que los hipócritas rompen.
Mostrar vergüenza es debilidad de carácter,
sería deshonesto fingir modestia;
mi risa es franca, mi orgullo legítimo.
Desvergonzado porque no me entienden,
la naturaleza me eligió, me dió este don;
no soy un error, soy un sublime diseño.
Mi egoísmo está justificado,
nace de un trágico deseo,
de un hambre antigua.
No pido comprensión, solo silencio.
Siento pena por los que de mi se indignan,
mientras clavan sus dagas con sonrisas;
yo al menos soy sincero en mi vileza.
Me fortalece saber que piensan en mí,
que en sus noches mi nombre les quema;
soy una brizna que no pueden apagar.
No me critiquen cuando alivio mi carga
en hombros ajenos,
ellos están para usarse.
La vida es juego donde prevalecen las trampas.
Soy íntegro, no me sujeto a imposiciones.
Las reglas son cadenas para mediocres,
mírenme con odio, pero mírenme.
13-04-2025
Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez.