Se desnudó un piano, y el humo en tu espalda
era un pentagrama de fiebre en la bruma.
Tus muslos, dos lunas, y el tiempo se embriaga
sí rozas el aire… si el tacto se esfuma.
Un lirio sin patria lloraba en tu vientre,
los relojes huían de tanto latido.
Tus besos sabían a sal y a vertiente,
a vino que duerme con sombra y sonido.
Tu cuerpo, violento de dudas azules,
temblaba al lenguaje secreto del fuego.
Tus senos cantaban, mis manos, sus nubes,
perdían el rumbo en la sed del apego.
Y al fin, como quien se despide del mundo,
mi boca escribió su final en tu cuello.
El piano calló… y en el aire profundo
quedó tu gemido… más largo que el chelo.