Murió Una Estrella
Quise escribirte, aunque no sé si estas palabras llegarán donde estás. Desde que te fuiste, algo en mí dejó de brillar, como si el cielo hubiera apagado una estrella que guiaba mis noches. La vida sigue girando, pero el eje ya no es el mismo. Todo se siente más lento, más oscuro, más frío.
Me he dado cuenta de que tu ausencia no es solo física. Es un eco que retumba en cada rincón de mi alma, un vacío que se manifiesta en las cosas pequeñas: en el silencio que dejó tu risa, en la falta de tu aroma al despertar, en el peso de una cama que se siente más grande y más sola cada día.
Dicen que nadie muere mientras alguien lo recuerde, y yo te recuerdo en cada instante. Pero también sé que aferrarme a los recuerdos no te trae de vuelta. Es como intentar atrapar un rayo de luna con las manos: hermoso, pero inútil. Sin embargo, te prometo algo: no dejaré que la tristeza apague todo lo que construimos juntos. No puedo traerte de vuelta, pero sí puedo honrarte manteniendo viva la luz que dejaste en mí.
En mi mente, siempre serás la estrella más brillante, incluso si el mundo insiste en que ya no estás. A veces miro al cielo y me pregunto si todavía me observas, si aún sientes algo de este amor que nunca dejaré de darte. Y si alguna vez me escuchas, quiero que sepas que todo lo que soy, lo que fui y lo que seré, lleva tu nombre.
Porque aunque una estrella muera, su luz sigue viajando por el universo.