Enrique Fl. Chaidez

Poema de Viernes Santo

¡Cuán doloroso el llanto

de aquellos que lo amaban

cuando en monte sombrío

se lo crucificaba!

 

¡Y qué hiriente la risa

de aquellos que lo odiaban,

viendo que tiernamente

al Padre suplicaba!

 

De Ti, Señor, la sangre

que en el polvo dejabas

se hizo a la eternidad

toda nuestra alabanza.