Nada nos dice
cuál es la ruta correcta.
A veces el corazón late fuerte
sin saber si es por miedo o por verdad.
Vivimos entre señales confusas,
días que no explican nada
y preguntas que duermen bajo la piel.
El ayer pesa,
el mañana asusta,
y el presente apenas se sostiene
entre suspiros.
Pero aún así, caminamos.
Aunque no veamos el suelo,
aunque dudemos de todo.
Porque dentro de nosotros
hay una chispa terca
que insiste en creer
que algo bueno espera más adelante.
Y esa fe,
aunque incierta,
nos empuja a creer que sin duda habrá un amanecer mejor.