Elizabeth A. Navarro

Entre los escombros

Entre los escombros, el alma llora,
la tierra se abrió en lunes sin demora,
y el cielo, enlutado, guardó silencio,
mientras el dolor se esparcía en el viento.

República Dominicana, tierra de sol y canto,
hoy tus palmas tiemblan, y en tu pecho hay llanto.
No estás hecha de tragedias, oh isla bendita,
pero el lunes, la muerte pasó de visita.

Madres sin hijos, hijos sin abrazos,
rostros que el tiempo selló en sus lazos.
No importó riqueza, color, ni estatus,
todos iguales bajo el mismo luto ingrato.

Se alzaron plegarias al Padre eterno,
clamores de un pueblo en dolor tan tierno.
Y entre el polvo, una nación de rodillas,
buscando consuelo entre sus orillas.

El merengue, ese grito de identidad,
se hizo eco de amor y solidaridad.
Cantó el pueblo, con lágrimas en el pecho,
porque ni la muerte quiebra nuestro trecho.

Unidos en duelo, como hermanos latinos,
nos tomamos las manos, borramos los caminos.
Porque cuando uno sufre, todos sentimos,
y en el dolor ajeno, todos vivimos.

Sobre el lodo florece la esperanza,
porque aunque la noche pese y no se lanza
la risa que solía vestir cada rincón,
sabemos que Dios tiene la última razón.

Y allí, donde la tierra rasgó su piel,
nacerán oraciones, como un laurel.
Porque el dominicano, cálido y valiente,
lleva la fe prendida eternamente.