Te esperé
hasta que fue ley la costumbre,
hasta que tu ausencia
habitó mi sombra
como un huésped sin rostro.
mi yo
desgarrada,
silenciosa,
se volvió
un eco mudo
esperando tu paso.
y aún así,
si decides volver,
si tu voz
golpea mi puerta
como lluvia tibia
de una noche enferma,
la abriré,
con los dedos heridos,
con la misma voz temblorosa
que aún sabe tu nombre.
te hablaré
con el mismo cariño,
con la ternura antigua
que no supiste llevarte.
te recibiré
como una niña,
como quien
no aprende a olvidar.
te recibiré
con los mismos brazos
que aprendieron a sostener
el vacío.
cuando tú
(me soltaste)
sin mirar,
dejando atrás
toda mi luz encendida.
y si al verme
ya no sientes nada,
si tus ojos pasan
como pasan los trenes
por estaciones muertas,
no digas nada.
cierra la puerta.
pero hazlo
despacio.
como si aún
te doliera.