Si ella supiera cuánto la amo,
que por su paz todo lo daría,
que en su dolor yo siempre la llamo
para ofrecerle luz y compañía.
No quiero nada, ni le reclamo,
solo me basta con su alegría.
Mi corazón, sin miedo, proclamo:
por verla bien, mi vida sería.
No es una jaula lo que le ofrezco,
ni un grillete, ni una prisión.
Es un abrazo puro y honesto,
un suelo firme, un rincón de canción.
Si el mundo cae sobre su frente,
seré su escudo, su fiel guardián.
Y si el destino es cruel e hiriente,
yo cargaré su cruz, sin afán.
Porque este amor no pide nada,
ni busca premios, ni condición.
Solo desea que esté cuidada...
ella es mi todo, mi devoción.