Aunque tu amor siempre imploro
tu me miras con desprecio,
cuando sabes que te adoro
y por ti suspiro y lloro
con desvarío muy necio.
Voy sin rumbo por la vida
otros amores buscando,
más su pasión encendida
no logran cerrar la herida
que por ti llevo sangrando.
En mi nublado camino
a veces brilla la aurora;
pero mi cruento destino
es soñar en lo divino
de tu imagen seductora.
Hay bocas muy especiales
que ofrecen báquicas mieles;
pero son mejores griales
esos tus labios sensuales
con néctares de Cibeles.
En recánaras ardientes
delirios mil he vivido;
pero tus dones candentes
que palpitan tan fervientes
nunca jamás los olvido.
Contigo me pasa el cuento
del Quijote y Dulcinea;
que siempre su sentimiento
mantuvo en su pensamiento
prendido como una tea.
Y de tu alma desterrada
mi vida lenta marchita;
sufriendo muy desolada
por la cruenta puñalada
de tu vanidad maldita.
Autor: Aníbal Rodríguez.