William Pérez Mederos

No hay gloria sin rendirse primero

 

Todos quieren la cima,

pero pocos abrazan el suelo.

Se habla de victoria

como si naciera sola,

sin heridas,

sin caídas,

sin renuncias.

Pero la gloria —la real—

no se alcanza desde el orgullo,

sino desde el silencio

que reconoce sus límites.

Es allí,

donde nadie aplaude,

donde no hay testigos,

donde el alma se dobla

sin quebrarse,

que nace la fuerza verdadera.

No hay corona

sin espinas ocultas.

No hay triunfo

sin rendirse primero

ante lo que uno es.

Eso que parece pequeño,

pero sostiene

todo lo grande, eso que nos hace humildes 

Esa es la verdadera gloria.