Llueve en abril y todo huele a antaño a tardes lentas, a patios mojados, a las palabras que ya nadie dice parece que ya se marcharon.
El agua cae con esa cadencia que solo tiene lo perdido a esa que pesa pero no duele del todo.
Llueve como llovía cuando el mundo era más pequeño y bastaba una manta y un susurro para que todo estuviera calmado
El cielo se abre, no como una herida abierta sino como memoria aún fresca.
Y en cada gota de lluvia parece venir de vuelta una risa vieja, una canción que cantaba mi abuela mientras barría.
Las casas de antes, los rostros que ya no están, los pasos que ya no suenan, todo se mezcla en la bruma nostálgica.
El corazón no llora, pero recuerda y ese recuerdo, mojado y tibio, es más hondo que cualquier lágrima traidora.
Afuera, el mundo se lava.
Adentro, algo se queda quieto, como si también estuviera esperando a que la lluvia sé fuera.
Pero uno aprende que hay lluvias que no sé van.
Que algunas viven en nosotros. Abril, con su cielo gris y sus caricias frías, no es solo un mes cualquiera
Es un lugar al que siempre regresamos cuando queremos volver a lo que fuimos ayer y hoy recordamos a deshoras.
Mael Lorens
Abril 2025