Te hablé el sábado, como quien no sabe
que la vida a veces se despide en silencio,
que el tiempo, traidor, en su paso tan breve,
deshoja los rostros que amamos sin precio.
No hay promesas que el alma detengan,
ni relojes que frenen el último abrazo,
y aunque duela, aunque el pecho se quiebra,
hay caminos que siguen… aunque falte tu paso.
No somos raíces, ni sombra perpetua,
somos brisa fugaz en la piel del ocaso,
un suspiro que viaja, que parte y que vuelve
en la lágrima quieta que cae sin retraso.
Y me queda tu voz, me queda tu risa,
como eco grabado en la piedra del alma.
Tarde o temprano nos llama la brisa
que apaga las luces… y nos lleva con calma.
En honor a la despedida de un amigo Bonifacio Pluas descansa en paz camarada.