«¡Soy tu puta!» me dices
y tus labios no lo pronuncian
porque reniego de que sean ellos
los que te degraden.
Yo te salvaré de mi lascivia, pienso
y luego me descubro egoísta al pensarlo
¿Por qué negar tu libre manera?
«¡Soy tu puta!» vuelves a decir
y es una implacable piedra
que da en el centro de mi vergüenza
y es mi vergüenza el espejo en el que se mira
el rey moralista que me habita
encadenado a la sombra de un onanismo reprobable
¿Por qué no tumbar su oscuro reinado?
«¡Soy tu puta!» repites,
«Haz conmigo lo que quieras,
has pagado mucho por mí
¡Fóllame!»
y son palabras tiernas
que alivian poco a poco
mis viejas heridas
y me renuevan y me traen la paz
y toleran lo que creía
sucios rincones inconfesos
y me regalan la belleza insospechada
de la mujer que me redime y amo,
de la mujer que me disfraza de crápula,
y que ahora hago al fin mi puta.
David Galán Parro