Cuando te vi de nuevo,
el cielo cambió de forma.
El espacio, tan grande,
infinito, se concentró en
un momento en tí,
y ya no había para mí
nada más allá,
nada fuera de mi mirada frente a la tuya.
Tú no me mirabas a mí,
pero me gusta imaginar que
de soslayo lo intentabas,
para que no fuera obvio.
Qué imaginación.
No te tengo, no tengo
ni un resquicio de lo que eres,
de lo que me gustaría ser contigo,
de lo que sería desearte buenos días,
mi amor,
dedicarte canciones que
no se queden en los folios de mi cuaderno, deseando ser leídas, quedando irremediablemente presas del olvido que conlleva el paso de los años.
Me gusta pensar que,
en otra vida,
pudo ser.
Allí no me mirabas de soslayo.
Allí, tus ojos frente a los mios,
me miraban.
Me veías.