En un rincón polvoriento del tiempo,
un reloj se detuvo, mirando al horizonte,
sus manecillas, dos mariposas cansadas,
reposaban en un suspiro de espera.
Las horas se deslizan como sombras danzantes,
mientras el aire huele a recuerdos perdidos,
y un pez amarillo navega por caminos de aire,
murmurando secretos a un sol distraído.
Los árboles conversan con las nubes,
y el viento dibuja sonrisas en la corteza,
mientras las flores arrancan sus raíces,
buscando historias escondidas en el barro.
Cada tic del corazón es un eco lejano,
un susurro de historias que nunca fueron,
pues el reloj, en su jaula de cristal,
olvidó la prisa, fue un ladrón de instantes.
Un pájaro de plumas de arcoíris,
juega a ser el guardián de los sueños,
y le canta al reloj que perdió su camino,
mientras estrellas dormidas se asoman al abismo.
Así, en un rincón del tiempo olvidado,
el reloj se aferra a su silencio eterno,
y en su calma, invita a los viajeros
a perderse en la magia del instante soñado.
La vida se despliega en un lienzo inacabado,
donde cada segundo puede ser un milagro,
y en la quietud, se escucha un latido:
El milagro de existir más allá del tiempo.
Rosa Maria Reeder
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