Oh, mi pequeña, mi pobre y dulce ballena,
pobrecita de tus arterias,
ya no pueden soportar
el frío desbordante
en la orilla de tu corazón.
Mis ojos se aguan al verte,
tan triste y cansada.
Tanto dolor cargas
antes de dar tu último adiós.
Eres hermosa, sobrenatural,
pareces sacada de una película,
pero en ellas solo te muestran
como algo pasajero,
como un monstruo que puede asustar.
Tienes tanto peso sobre tu aleta
que cada día más
te hundes en las profundidades.
Eres una de las últimas,
condenada a recorrer mares y mares
buscando paz,
llevando vida y armonía
dondequiera que vas.
Pero, pobrecita mía,
sé que llegarás a la orilla,
agotada de tanto nadar.
Tus ojitos querrán cerrarse,
y cuando lo hagan,
sin saberlo, volverás al mar.
Quizás nunca sepas
que tu carne y tus huesos
se hundirán en las aguas
donde otros te devorarán,
y aún así,
en tu muerte,
al océano vida traerás.