Aún siento el dolor de tu partida
y el daño gravitando en mi garganta
me aturde, me estremece y me amedranta,
existir sin ti el resto de mi vida.
Quedé con la lección bien aprendida
sé que a ti nada, nada te quebranta
que tu rencor el tiempo lo agiganta
y que jamás se curará mi herida.
Qué insoportable y duro es mi fracaso
sin ver en qué momento pude errar,
nunca comprenderé tu sinrazón.
Pero en las puertas del temido ocaso
arrodillada sigo en el altar
que para ti erigí en mi corazón.