Elizabeth Maldonado Manzanero

Prisionera insipiente

Acompañado por las hienas que me embargan de dolencias,

prisionera febril de un cuerpo envenenado de palabras,

con un esqueleto resquebrajado de recuerdos,

con huesos como rejas que paralizan los cantos.

Con insipientes mandíbulas  que roen la corrupción

y con ella se alimentan y atragantan.

En esta consumación de dolor, me punza la inquisición

que desencadenada  todos los lamentos,

escisión salubre de la sociedad pudiente que me aparta

con avidez como al fantasma, qué  con  obstinación

y sin reposo vaga entre los limites de la razon y la desdicha

¿Cuando ha de llenarse este vacío?

¿Cuándo el propio entorno sin menoscabo y capricho

dará cordura de lo que significa el propio extravío…?

acaso, será que este vacío sea la forma más pura del ser?

¿Qué la ausencia no es falta, sino origen de redención o castigo?

Será que solo el errar constante entre las ruinas

revela la verdad que el poder calla y que el dolor agudiza: existimos,

y a plenitud, debemos vivir entre codicia y desdicha.