Tinta Ajena
He leído y releído ese truco sin magia,
ese camino secreto donde finges misterio,
con algoritmos que sudan tinta ajena
y versos con cara de genio…
pero alma en alquiler, mecanizada.
Me sé de memoria tu laberinto de espejos,
cada giro tramposo, cada palabra enmascarada.
No necesito linternas ni sabuesos de letras
para rastrear tu huella entre líneas:
basta afilar la intuición
y leer donde otros apenas miran.
Yo ya pasé por ahí,
cuando los atajos aún eran selva,
cuando escribir era herida abierta,
no fórmula enlatada con voz de oráculo reciclado.
Así que no me vendas
tu caos de diseño con traje de trovador:
yo distingo un grito real
de un llanto impreso en tercera persona.
Te leo, sí…
no porque me engañes,
sino porque me divierte
ver cómo algunos simulan tormentas
desde la comodidad de una nube programada.
Y mientras tú finges ser poeta,
yo sigo sangrando verdades sin filtro…
como todo bardo sin modales,
que no busca aplausos,
sino cicatrices sin sutura;
no aceite para engranar metáforas
en fábricas de versos en serie…
empacados al vacío,
enlatados con fecha de vencimiento.