por primera vez
comprendí la sal
no como castigo
sino como idioma.
llorar —
no es morir
es hablar con lo que duele
sin necesidad de boca.
mis lágrimas
no son ornamentos del sufrimiento
son un gesto sin testigos
una caricia desde adentro
cuando nadie mira.
vienen
a veces como sombra
a veces como luz
cuando algo me parte
o me florece
y no sé cómo decirlo.
ellas me abrazan
como lo haría un cuerpo
como lo haría dios
si existiera para mí.
lloro
no para ser débil
sino para recordarme
que sigo tocando el mundo.
y al final
la única verdad que tengo
es esto que siento
y que no cabe
en el silencio.