Oh Verenice, tu mirada interroga en un susurro, y tu voz, suave brisa de la tarde, repite inquieta:
“¿Me amas? preguntas,
¿cuánto me amas? vuelves a preguntar.
Amarte es adentrarme en el misterio
donde todo es luz y sombra,
un universo que late en mi pecho:
El amor es algo inmenso,
el amor es algo infinito sin peso ni espacio,
pero algo más poderoso y frágil como diamante,
algo tan fluido que en nuestra alma encuentra cobijo,
algo tan secreto que nos golpea desde dentro,
algo que nos arranca el corazón sin aviso ni calma.
El amor nos invade,
el amor nos envuelve,
el amor nos sorprende,
ese amor que nos crece,
ese amor que nos destruye,
ese amor que nos sorprende,
ese amor que nos construye.
Combatimos por amor,
soñamos con amor
y lloramos por amor.
Todo ello es mi amor por ti,
todo eso es lo que siento por ti,
porque simplemente el amor está en mí,
y ese amor es para ti.
Verenice, mi vida,
en cada sílaba de tu nombre encuentro mi refugio,
y con cada latido confirmo mi certeza:
tu presencia alumbra mis días,
y tu risa renueva mi esperanza.
En el silencio de nuestro hogar
–cálido nido que juntos hemos forjado–
se funden la pasión, la intimidad y el compromiso,
tejidos con hilos invisibles
que dan forma a nuestro infinito amor.
Y si aún cuestionas mi sentir,
tan solo observa
cómo la ternura se alza imbatible
entre las grietas de la rutina,
cómo tu esencia se funde con mi alma
borrando todo temor.
Entonces comprenderás
que la respuesta a tus preguntas
está grabada en mi ser,
en cada verso,
en cada anhelo,
en cada mañana que despierto junto a ti.