Rosa Maria Reeder

La nube que no sabía llover

En un cielo azul, brillaba un día,
una nube blanca, sin melancolía,
con formas de oveja, suave y ridícula,
creía que el sol era su única brújula.

\"¡Miren qué linda, flota en el aire!
No necesito lluvia, el sol me hace un baile\",
decía a las aves que pasaban cantando,
y el viento, burlón, la iba acariciando.

Las flores en tierra, sedientas de canto,
miraban su traje, repleto de encanto.
\"¿Por qué no nos mojas, nube amiga?
Nuestra sed crece, y la vida se mitiga.\"

Pero la nube, con risa sincera,
respondió sin pensar en la primavera:
\"¡Soy bella, soy blanca, no puedo llover!
Si lloviera hoy, yo dejaría de ser.\"

Los días pasaron, la tierra clamaba,
-y la nube en su ego todavía volaba-
pero un día llegó el viento soplando,
y la núbe en su ego, misma se iba ahondando.

“Te has de dar cuenta, oh nube soñadora,
que el agua es tu muestra de amor y de aurora.
Si no te decides a abrazar tu misión,
el sol brillará, pero sin corazón.”

La nube, al fin, entendió su destino,
se llenó de coraje, siendo más genuino.
De su pecho surgió un suave suspiro,
y comenzó a llorar, dejando el deliro.

Las gotas danzaron, cayeron a tierra,
las flores sonrieron, verdor en la sierra.
Y así la nube, con lágrimas de amor,
descubrió que ser útil es ser un buen actor.


Rosa Maria Reeder
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