Las ventanas de tus ojos se han cerrado para mí.
¿Será acaso posible que las puedas volver a abrir?
Ya no encuentro otro consuelo
más que esperarte aquí,
de rodillas,
ante el balcón de tu mirada,
Como quién recibe una puñalada
en el corazón con una espada.
Me quedé sin esperanzas de vivir.
De otro... ya eres de otro
Las piedras lo saben,
también el jardín.