no,
no es tu culpa,
hija de la tierra,
rojo mineral que arde en mi pecho,
obsidiana herida.
no es tu culpa
si la fuente se llevó tu risa de diosa,
si el tiempo te supo a granada rota,
a fresa olvidada en la boca.
No es tu culpa si todo era demasiado
áspero,
demasiado todo y mucho tú.
no, pequeña,
no es tu culpa
si más allá del espejo
tu tristeza era un cuerpo
inmóvil atrapado entre puñales
de cristal.
no,
no es tu culpa,
niña de ojos llorosos,
si la máscara del mundo
perdió su ternura
como se pierde la voz
en mitad del grito.
P.SABAG, safecreative.ch