Nado en un gran mar blanco,
Y aunque las olas me arrastran a la orilla,
La resaca me devuelve a la sal.
Mi habitación, la costa de Islandia,
Donde el amanecer se viste de febrero,
Porque no tiene otro traje.
Solo me visita la humedad,
Que, en la pared, despliega
El humor negro antes contenido,
Cuando ella era brisa y bendición.
Solo llevo cuatro estrofas,
Y se aprecia, claramente,
Que la echo de menos...
Pero no le digáis nada.
Si mi isla no se encuentra
En su paralelo,
En vano será este poema,
Este absurdo mapa,
Seguiré arropándome
Con las sábanas
De Islandia.