Ah, sí, cómo olvidarlo
\"Hola, Tomás\" resonaba a menudo,
su voz cálida, un saludo sin nudo
de formalidad, directo al corazón.
\"¿Cómo sigues?\" \"¿Cómo estás?\" era su don,
una pregunta genuina, una pausa sincera
en el fluir del día, una atención que era
un regalo sencillo, pero tan profundo.
En esos ecos mentales que aún inundo,
escucho su interés, la calidez fraterna.
No era una frase hecha, de rutina externa,
sino una búsqueda real de mi sentir.
En ese \"¿cómo sigues?\" podía advertir
su preocupación, su deseo de saber
si la vida me trataba con algún deber
de cuidado, si la alegría aún danzaba.
Y en el \"¿cómo estás?\" la amistad se alzaba,
un puente invisible tendido en la distancia,
una forma de acortar cualquier circunstancia
que pudiera pesar sobre mi ánimo.
Era un faro sencillo en cualquier mar proximo
a la tormenta, una mano extendida.
Ahora, al evocar esa pregunta querida,
siento la falta, el vacío que ha dejado.
Pero también la gratitud por el legado
de su afecto sincero, de su interés constante.
Aunque ya no resuene en el instante
presente, su eco vive en mi memoria,
recordándome siempre la dulce historia
de una amistad que el tiempo no puede borrar.
Así, cuando en mi mente su voz vuelve a sonar,
con ese \"Hola, Tomás,\" y el preguntar atento,
respondo en silencio, con el mismo aliento
de cariño, sabiendo que en algún lugar,
su espíritu percibe este humilde lugar
de mi recuerdo, donde su afecto perdura,
más allá de la ausencia, en la memoria pura.
JTA.