Averiguando la existencia
con la arquitectura ciega del pétalo
como armadura
y la sonrisa astillada
en el infierno
de todas las sangres
de mi lengua traspuesta,
me arrimo a la boca desnuda
del espejo
con el eco saciado
de la muerte
siempre desbordada
aunque hallamos perdido
la cicatriz de la canícula
verde sombra
grieta del paraíso
ayer abril oscurecido
por las profundidades
que perfuman
el océano
el alma siempre tiene dispuesta
su tumba de luz
donde cava con sándalo
el día su hondura
bucle anhelante
sesgo iluminado de quien
escucha con veneración
la bisoñez del sol sedente,
soledad untada con arena
para una eternidad aumentada
con la paciente espina
en espera de la sangrante caída,
ahora que conocemos el perdón de Dios
quedan veinte ciclos de nostalgia cómplice
en el corazón de la emboscadura
para recordarte
ya sin miedo ni obligaciones
de enamorado,
solo con la impronta del sigilo
un amor sellado en la rosa
una querencia trucada
que de soslayo tiembla con la ilusa
venida del corazón
para si acaso
reconocerlo como nuestro.