karonte

Idilio de fantasía

Soñé con la idea, no contigo.
Fue mi mente —infiel alquimista—
la que bordó de jazmines tus silencios,
la que vistió tu sombra con ropaje de aurora
y dibujó en tus ausencias
la figura de un amor que no existía.

Fuiste el eco…
pero yo lo llamé melodía.
Fuiste la pausa
y yo inventé sinfonías enteras.
Te vi pasar entre los filos de la duda
y te aclamé como destino,
cuando eras solo viento
jugando a parecer camino.

No me enamoré de ti.
Me enamoré de mí cuando te pensaba.
De mi reflejo en tus ojos imaginarios,
del teatro interior donde tú,
sin saberlo,
eras actriz sin libreto en un drama inventado.

¡Oh, dulce espejismo del ego hambriento!
Erguí catedrales en ruinas ajenas,
tomé migajas de gestos
y las llamé banquete de almas.
Todo lo leí con tinta de deseo
en un libro que tú jamás abriste.

Te convertí en faro,
pero eras luciérnaga sin intención de guiar.
Te hice musa,
y tú solo fuiste testigo fugaz,
una silueta que no pidió altar
ni incienso, ni plegaria.

Yo, el iluso filósofo del alma,
confundí el calor del sol reflejado
con la promesa de una hoguera.
Pensé que tus pasos eran danza hacia mí,
y solo eran marcha sin destino compartido.

Y ahora que despierto,
no te culpo…
yo sembré lirios en un espejo
y me enojé cuando no florecieron.
Te soñé con tanta fuerza
que confundí mi mentira con destino.
Pero no eras tú el engaño,
era yo…
bailando solo
en un vals que jamás sonó.