Llevo el cuerpo arqueado,
tensado por un destino indeciso.
Nadie quiere saber
de su enmarañado camino;
solo yo, que estoy huyendo.
Hay muchos que me recuerdan,
que se parecen,
y otros que imitan
a los que desaparecieron.
Hay tantas sombras de Orfeo
que han burlado
el cerco de la irreversibilidad,
y se han vanagloriado,
cobardes y soberbios, de vencer
en casi todos los terrenos,
y de adueñarse de amores indefensos.
Hay miedos que resisten el olvido:
acuerdos rotos, amigos paralizados;
sangre estancada y corazones fríos.
Hay visibles secuelas
de algún envenenamiento,
de amarguras y desilusiones,
rodeándome como presagios.
Hay giros cósmicos
en la negación de la noche,
en el infranqueable horizonte
de la verdad,
que pierden su luz
entre las estrellas.