Me voy, cruzando los girasoles entre sollozos,
con tus memorias bordadas en el pecho;
te pienso aún, entre silencios mohosos,
como si el alma se partiera en un despecho.
De día fingiré risas prestadas,
de noche, las estrellas —tus espías—
me susurrarán promesas ya selladas
mientras tu luz me guía entre porfías.
Y aunque jure que regreso en la alborada,
no sé si vuelvo o si jamás regreso;
pues dejarte, amor, es farsa ensangrentada,
y quedarme es morir… pero ileso.