En primavera llegaste a mi puerta,
con flores en ojos, el alma despierta.
Tus manos temblaban, dulces de emoción,
y el mundo giraba en mi corazón.
En verano ardimos sin medida,
piel contra piel, locura compartida.
Reíamos fuerte, bailábamos solas,
tu risa era brisa que abría las olas.
Pero en otoño cambió tu mirada,
las hojas caían... también tus palabras.
El viento arrastró lo que fuimos tú y yo,
y el frío empezó con tu último adiós.
En invierno no quedan abrazos,
solo un café, y dos tazas sin lazos.
Tu nombre resuena como un eco cruel,
amor que fue flor… y murió sin piel.