En un rincón donde el viento susurra,
allá en la Francia de un tiempo feudal,
creció un pequeño de linaje humilde,
sin oro en la mesa, mas alma en su rito.
Con férrea virtud en su pecho forjada,
de nobles relatos su mente embriagó,
y al ver a los grandes cabalgar con espada,
su sino en la tierra con fe consagró.
Días y noches de ardo sacrificio,
hierro en las manos, saber en la sien.
Tomó rumbo a aquella ciudad luminosa,
con ansias de erguirse cual noble también.
¡Chevalier! Su nombre en la corte resuena,
forjado en batalla, bendito por rey.
Vestiduras de gloria, medallas de honra,
mas sombras ocultas tras pompa y laurel.
Dragón de Noailles, gran mosquetero,
mas algo en su pecho comienza a arder.
No todo es noble blandir de la espada,
no todo es virtud en el gran proceder…
Las voces murmuran de guerras futuras,
hollando la costa flamenca y su paz.
¿Qué es del honor cuando el filo se impone?
¿Qué es de la gloria si el fin es matar?
Tiembla su pulso al ceñir el acero,
su alma se quiebra cual vaso en el suelo.
No es noble el oficio de arrebatar vida,
mas órdenes llevan su sino al duelo.
¡Todo es un caos! ¡Frenesí de muerte!
La pólvora ruge, la carne cede.
Los gritos se ahogan, la sangre reclama,
caen sus hermanos, y él nada entiende.
Mosquete en su mano, mas ya no soporta,
es todo deshonra entre este terror.
Se queda en el centro de aquella matanza,
hasta que plomo enemigo le hiela la voz…
Postrado en la bruma de un campo olvidado,
su mente regresa al ayer virginal.
Soñó con la honra, soñó con la espada,
sin ver que la muerte su sombra era ya.
Así mueres, Charles, en fuego y engaño,
el peso del hierro el destino selló.
Un sueño de gloria, un sueño de honras,
que el tiempo en polvo por siempre enterró.