Querida juventud que estás ausente:
no sé si me recuerdas del pasado.
Compartimos tabaco, fe y candado.
Eras tan loca; yo, un inconsciente.
Yo te conjugué en tiempo presente
porque nada importaba demasiado,
y ahora que nos hemos olvidado,
no vengo a revisarte el expediente.
Los sabios que omitieron sus consejos
no avisaron del paso de los años;
sabían, porque eran perros viejos,
que entonces nos sobraban los redaños.
Hoy, al ponernos las gafas de lejos,
nos saludamos como dos extraños.